viernes, 29 de abril de 2011
Clases de Dr. Blanco
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martes, 28 de diciembre de 2010

En un pozo muy profundo vivía una colonia de ranas, allí transcurrían su existencia, tenían sus propios hábitos de vida, encontraban su alimento y croaban a gusto haciendo resonar las paredes del pozo en toda su profundidad. Protegidas por su mismo aislamiento, vivían en paz y sólo tenían que guardarse del cubo que, de vez en cuando, alguien echaba desde arriba para sacar agua del pozo. Daban la alarma en cuanto oían el ruido de la polea, se sumergían bajo el agua o se apretaban contra la pared, allí esperaban conteniendo la respiración hasta que el cubo, lleno de agua, era izado otra vez y pasaba el peligro.
Fue a una ranita joven a quien se le ocurrió pensar que el cubo podía ser una oportunidad en vez de un riesgo. Allá arriba se veía algo así como una claraboya abierta, que cambiaba de aspecto según fuera de día o de noche, y en la que aparecían sombras y luces, formas y colores, que hacían presentir que allí había algo nuevo y digno de conocerse y, sobre todo, estaba el rostro con trenzas de aquella figura bella y fugaz que aparecía por un momento sobre el brocal del pozo al arrojar el cubo y recobrarlo todos los días en su cita sagrada y temida. Había que conocer todo aquello.
La rana joven dijo lo que pensaba y todas las demás se le echaron encima: "Eso nunca se ha hecho. Sería la destrucción de nuestra especie. El cielo nos castigará. Te perderás para siempre. Nosotras hemos sido hechas para estar aquí, y aquí es donde estamos bien y podemos ser felices. Fuera del pozo no hay más que destrucción. ¡Qué nadie se atreva a violar las sabias leyes de nuestros antepasados! ¿Es que una rana jovenzuela de hoy puede saber más que ellos?".

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La rana joven esperó pacientemente la próxima bajada del cubo, se colocó convenientemente, dio un salto en el momento en que el cubo comenzaba a ser izado y subió en él ante el asombro y horror de la comunidad batracia. El consejo de ancianos excomulgó a la ranita prófuga y prohibió que se hablara de ella, había que salvaguardar la seguridad del pozo.

Pasaron los meses sin que nadie hablara de la ranita y nadie, tampoco, pudiera olvidarla, cuando un buen día se oyó un croar familiar sobre el brocal, se agruparon abajo las curiosas y vieron recortada contra el cielo, en el borde del pozo, la conocida silueta de la rana aventurera, a su lado apareció la silueta de otra rana, y a su alrededor se agruparon siete pequeños renacuajos. Todas miraban sin atreverse a decir nada, cuando la ranita habló): "Aquí arriba se está maravillosamente bien, hay agua que se mueve, no cernió allá abajo, hay unas fibras verdes y suaves que salen del suelo y entre las que da gusto moverse, y hay muchos bichos pequeños muy sabrosos y variados, y cada día se puede comer algo diferente, Y luego, hay muchas ranas de muchos tipos distintos, y son muy buenas, yo me he casado con ésta que está aquí a mi lado, y tenemos siete hijos y somos muy felices, y aquí hay sitio para todas porque esto es muy grande y nunca se acaba de ver lo que hay allá lejos , . .".
Desde abajo, las celosas fuerzas del orden advirtieron a la ranita que si bajaba sería ejecutada por alta traición, ella dijo que no pensaba bajar, y que les deseaba a todas que la pasaran bien, y se marchó con su compañera y los siete renacuajos.

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Abajo en el pozo hubo mucho revuelo, y hubo algunas ranas que quisieron comentar la propuesta, pero las autoridades las acallaron enseguida; y la vida volvió a la normalidad de siempre en el fondo del pozo,
Al día siguiente, por la mañana, la niña de trenzas rubias se quedó asombrada cuando, al sacar el cubo con agua del pozo, vio que ésta estaba lleno de ranas.
En el antiguo idioma sánscrito hay una palabra compuesta para designar a una persona estrecha de miras que se conforma con oír lo que siempre ha oído y hacer lo que siempre ha hecho, lo que hace todo el mundo y lo que, según parece, han de hacer todos los que quieran seguir una vida tranquila y segura. La palabra es kupmanduck (rana de pozo), y ha pasado del sánscrito a las lenguas hindúes modernas, en la que se usa con el mismo sentido.

Aun así, el mundo está lleno de pozos, y los pozos llenos de ranas, y niñas con trenzas ru siguen llevándose sustos de vez en cuando por la mañana.

Se cuenta que en cierta ocasión, en una vieja carpintería, hubo una vez una extraña asamblea. En efecto, fue una reunión extraordinaria de herramientas para arreglar todas sus graves diferencias. El martillo ejerció la presidencia de la asamblea, pero ésta le notificó de inmediato que tenía que renunciar, ¿Cuál era la causa? Pues que hacía demasiado ruido, y, además, que se pasaba casi todo el tiempo golpeando. El martillo aceptó su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el tomillo; dijo que había que darle muchas vueltas para que realmente pudiera servir de algo. Ante el contundente ataque del martillo, el tornillo aceptó su responsabilidad; pero, a su vez, pidió también la expulsión de la lija. El tomillo hizo ver que la lija era muy áspera en su trato y que siempre tenía fricciones con fas demás. La lija estuvo totalmente de acuerdo; pero, con la única condición de que también fuera expulsado el metro. Dijo que el metro siempre se la pasaba midiendo a los demás según su medida, como si fuera el único perfecto.

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En plena asamblea de herramientas entró el carpintero, se puso el delantal e inició de inmediato su trabajo. Utilizó en esa ocasión el martillo, la lija, el metro y el tomillo; finalmente, la tosca madera inicial se convirtió en un fino mueble y de gran utilidad.

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Cuando la carpintería quedó nuevamente solitaria, la asamblea reanudó la deliberación, fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho, y dijo: "Señores, ha quedado plenamente demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades, eso es lo que nos hace valiosos, así que no pensemos ya en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos". La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tomillo unía y daba fuerza, la lija era especial para afinar y limar asperezas y observaron que el metro era preciso y exacto.

Fue así, entonces, que las herramientas se sintieron un equipo capaz de producir muebles de calidad, y desarrollaron un sano sentimiento de orgullo por sus fortalezas y su capacidad para trabajar juntas en la carpintería.

Imagínate por un momento que existe un banco, y que cada mañana esta institución acredita en tu cuenta personal la suma de 86,400. No arrastra tu saldo día a día, cada noche borra cualquier cantidad de tu saldo que no usaste durante el día ¿Qué harías? Retirar hasta el último centavo. ¡Por supuesto que sí!
Cada uno de nosotros, tiene ese banco, su nombre es tiempo. Cada mañana este banco te acredita 86,400 segundos. Cada noche este banco borra, y da como pérdida, cualquier cantidad de ese crédito que no se haya invertido en un buen propósito. Este banco no arrastra saldos ni tampoco permite sobregiros.

Cada día el banco te abre una nueva cuenta, cada noche elimina los saldos del día, si no usas tus depósitos del día, la pérdida es tuya; no se puede dar marcha atrás, no existen los giros a cuenta del depósito de mañana. Debes vivir en el presente con los depósitos de hoy. Invierte entonces de tal manera que puedas conseguir lo mejor en salud, felicidad y éxito.

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El reloj en forma inexorable sigue su implacable marcha, debes entonces esforzarte por conseguir lo máximo en el día. Para poder entender el valor de un año, pregúntale a algún estudiante que perdió el año de estudios; para entender el valor de un mes, pregúntale a una madre que alumbró a un bebe prematuro; para entender el valor de una semana, pregúntale al editor de una revista semanal; para entender el valor de una hora, pregúntale a los amantes que esperan reunirse; para entender el valor de un minuto, pregúntale a una persona que perdió el avión; para entender el valor de un segundo, pregúntale a una persona que con las justas evitó un accidente; para entender el valor de una milésima de segundo, pregúntale al atleta que ganó una medalla de plata en las olimpiadas.

Atesora cada momento que vivas y atesóralo más sabiendo que el tiempo no espera por nadie ni por nada. Ayer es historia, mañana es misterio, hoy es una dádiva. Por eso es que se le llama el presente.

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Había una vez un jovencito que ciertamente tenía mal temperamento. Un buen día, su padre, con el sano propósito de corregirlo y ayudarlo, le dio una bolsa con clavos y le dijo que cada vez que perdiera la calma debía clavar un clavo en la cerca de atrás de la casa.
El primer día clavó nada menos que 37 clavos en la cerca. Pero poco a poco y conforme pasaban los días fue calmándose porque descubrió que era mucho más fácil controlar su temperamento que clavar los clavos en la cerca. Finalmente, llegó el ansiado día cuando el muchacho no perdió la calma por nada y se lo dijo a su padre. Entonces su padre le sugirió que por cada día que controlara su temperamento debía sacar un clavo de la cerca. Los días fueron pasando y, por último, el muchacho pudo decirle a su padre que ya había sacado todos los clavos de la cerca.

Su padre, entonces, llevó a su hijo a la cerca de atrás, diciéndole: "Mira fufo, has hecho muy bien , , , pero, fíjate en todos los agujeros que quedaron en la cerca . . , Ya la cerca nunca jamás será la misma de antes. Así, pues, cuando haces las cosas con cólera o te expresas con violencia, dejas una cicatriz cernió este agujero en la cerca. Es como meterle un cuchillo a alguien, aunque Id vuelvas a sacar la herida ya quedó hecha. No importa cuantas veces pidas perdón, la herida está allí, , , y una herida física es igual de grave que una herida verbal".

imageMoisés se encontró una vez con un hombre que rezaba, pero decía tales cosas, en una plegaria tan absurda, que Moisés se detuvo. Y no sólo absurda sino que era un insulto para Dios. El hombre decía: "Déjame acercarme a ti, Dios, y te prometo que te limpiaré el cuerpo cuando estés sucio. Si tienes piojos, te los quitaré. Soy buen zapatero, te haré unos zapatos perfectos. Nadie te cuida, Señor . . . yo te cuidaré. Cuando estés enfermo, velaré por ti y te daré los remedios. Soy también un buen cocinero".
Moisés gritó: "Basta. Basta de tonterías. ¿Qué estás diciendo? ¿Que Dios tiene piojos? ¿Y que su ropa está sucia y tu la lavarás? ¿Y tú serás su cocinero? ¿De quién aprendiste esta plegaria?".

"No la aprendí de nadie. Soy muy pobre y sin ninguna educación y reconozco que no sé cómo rezar. Yo la inventé . . . y estas son las cosas que sé. Tengo muchos problemas con los piojos, por esto creo que ellos también deben molestar a Dios. Ya veces la comida que consigo no es muy buena y me duele el estómago. Dios debe sufrir también, a veces. Esto es sólo mi propia experiencia que se ha convertido en mi oración, pero si conoces la oración correcta, enséñamela", dijo el hombre.
Entonces Moisés le enseñó la oración correcta. El hombre se postró ante Moisés, le agradeció con lágrimas de profunda gratitud. Se fue y Moisés se quedó muy feliz pensando que había hecho una buena acción. Miró al cielo para ver qué pensaba Dios de esto.
Dios estaba furioso. Le dijo: "Te he enviado para que acerques a la gente hacia mí, pero ahora has apartado de mí a una persona que en verdad me amaba mucho. Ahora, esta "oración correcta" que le has enseñado, no será en absoluto una oración, porque la oración no tiene nada que ver con la ley, es amor. El amor es una ley en sí misma, no necesita ninguna otra ley".

El escritor inglés Lewis Carroll, seudónimo de Charles Ludwitge Dogson (1832 - 1898), escribió Alicia en el país de las maravillas, el hermoso cuento infantil que sigue ilusionando las mentes de muchas generaciones de niños en el mundo entero. Precisamente podemos recordar que en un pasaje del cuento, Alicia le pregunta al gato:
Minino de Cheshire, ¿Podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?
- Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar -dijo el Gato.
- No me importa mucho el sitio . . . dijo Alicia.
- Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes -dijo el Gato.
-. . . siempre que llegue a alguna parte -añadió Alicia como explicación.
- ¡Oh, siempre llegarás a alguna parte -aseguró el Gato-, si caminas lo suficiente!

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Es, pues, totalmente cierto aquello de que si no se tiene definido a dónde ir es posible llegar a cualquier parte. Y podríamos preguntarnos: ¿Sería posible acaso que el capitán de un transatlántico pueda salir del puerto al mando de su nave sin tener una ruta definida de navegación? ¿Podría pensarse que el piloto de un avión comercial se dirija a un destino sin tener una hoja de vuelo definida y autorizada? Y si esto es así -y realmente es así- por qué razón alguien podría creer que es posible ir por la vida sin tener una dirección definida.